Una de las preguntas más frecuentes que nos hacen es: “¿cómo se cuándo es el momento de buscar una residencia geriátrica para mi ser querido con alzheimer?”
Esto, por supuesto, es diferente para cada individuo con la patalogía de Alzheimer, pero también es diferente para cada cuidador familiar.
La regla general es que no hay ningún problema en institucionalizar a un ser querido demasiado pronto.
El inconveniente está cuando uno espera demasiado tiempo. Si su ser querido requiere un mayor nivel de atención y usted no actúa de inmediato, el número de cosas que potencialmente pueden salir mal son infinitas.
A continuación, presentamos una serie de cuestiones a tener en cuenta:
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La importancia de armar un plan y dejar atrás las promesas
Probablemente hace años le hizo la promesa a un familiar o a usted mismo de que se ocuparía personalmente de los cuidados que requieran de mayores. Es muy habitual que las personas prometan cuidar a sus padres, cónyuges o hermanos mayores y juren no trasladarlos a un geriátrico.
Si lo miramos desde la perspectiva de la persona con demencia que conoce su destino, muy probablemente diría: “Soy muy consciente de lo que viene. En un año o dos, puedo no entender mi situación, pero ahora mismo lo hago. No quiero poner a mi esposa o nuestra hija en los desafíos de cuidarme. Asimismo, no quiero que luchen con la difícil decisión de ubicarme. Ellos tienen el derecho a no ser agobiados por mi enfermedad.”


Luego está el hecho de que, como paciente, merezco y exijo el mejor cuidado que podamos encontrar dentro de las limitaciones que tenemos.
El cuidado diario de un paciente con demencia no debe estar por debajo de lo que necesita simplemente por una promesa que sus familiares hicieron hace unos 20 o 30 años.
Todos hemos hecho promesas que no se han mantenido por una razón u otra. Prometerle a un ser querido que nunca lo lleva a un geriátrico es noble, pero eso es todo.
Esto también tiende a ser una cuestión de orgullo para los cuidadores familiares.
Un cuidador no quiere que su familia sepa que está luchando con su familia, así que hace lo mejor que puede y ni siquiera se da cuenta de que la atención que está tratando de proporcionarle es deficiente.
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Cada paciente merece ser atendido. Una persona puede no ser capaz de comunicarse o no tener idea de lo que está pasando a su alrededor, pero siempre merece que su dignidad permanezca intacta.